colombia
Escribe Jairo Ojeda
Mi querido Juan:
Mi llegada a Colombia, ha sido un dichoso acontecimiento para quienes cultivamos el sueño de nuestro continente-sur sin fronteras. Así nos vemos “como un cuento”, encerrado y separado por odiosas e imaginarias fronteras que no han comprendido que somos variedad y riqueza de coloridos, tamaños, fragancias, colores, sabores, sencilla y natural expresión de nuestra cercanía al sol, a un permanente cielo abierto y azul y lo más grave: este cuento siempre ha sido contado por otros que ni siquiera saben escuchar ni aceptar esa vida que vibra y se agita en las entrañas de nuestro singular continente.
Estoy descubriendo que nuestras regiones naturales son llenas de contrastes, cada una con su personalidad: andina, tropical, valles, llanuras y pampas, ríos y mares, montañas majestuosas y allí estamos nosotros, abrigados y desnudos, a veces confundidos en las voces de nuestras tres abuelas, al viento y al sol. Bueno, una partecita de todo esto es lo que pienso contarte. Ojalá pueda hacerlo.
Como bien lo sabes vengo desde el sur como “Manuelita” de la luminosa María Elena Walsh: “un ratico caminando y otro poquitico a pie”. A mi paso por Cali, la ciudad en que vive Jairo Ojeda, me contó un poco de la exuberante “manigua del Pacífico”: la selva Chocoana. Me pareció tan fabulosa como nuestro cuento latinoamericano, pues así veo esa selvática región del Chocó: es el lugar más húmedo del mundo, llueve todos los días y esto sucede porque las montañas son tan altas que impiden el paso de las pesadas nubes cargadas de lluvia que no les queda más remedio que descargar su precioso líquido en esta región. El maravilloso ciclo del agua.
El agua es vida y por su abundancia en este lugar la variedad de plantas, animales, mariposas y bichos es de tal magnitud que parece que la Madre naturaleza tiene allí su laboratorio biológico. Por ejemplo, allí encuentras el sapo mamboré, el más grande del mundo, su “CROAC” es tan profundo que resuena en las cuevas cercanas como un Do mayor profundo. En contraste con este gigante hay una variedad de ranas pequeñitas de colores vistosos y terriblemente venenosas.
Es, sencillamente inimaginable las clases de serpientes.
Las encuentras en los caminos, colgadas de los árboles, persiguiendo sapos en las quebradas, a veces las confundes con las raíces de los enormes árboles. Pero de todos estos bichos lo que más me llama la atención, es la refinada habilidad de las arañas para garantizar más allá del día su comida.
Sus casas-trampa, verdaderos modelos de precisión arquitectónica tejidas con invisibles hilos de cristal, son obras de arte. Igualmente las encuentras por todos lados. Algunas las tejen tan extensas que uno adivina que tienen un doble propósito. Con ellas forman una especie de muralla que encierran un espacio determinado, una especie de pequeño reino, “un micro-mundo” que aparta un espacio en donde crecen hongos y variedad de insectos, moscas y mariposas, todos ellos casi prisioneros. Así aseguran el alimento estas silenciosas, misteriosas y enigmáticas tejedoras. Y fue precisamente en una de esas fabulosas telarañas que sucedió algo extraño pero maravilloso como son las cosas de la vida. Pero te aseguro que -a esta última parte- Jairo me lo cuenta mejor en su canción.
CANCIÓN: LA ARAÑA VEGETARIANA.
Todo sucedió como suceden las cosas de la vida,
en cualquier momento, en cualquier lugar
y cualquier día.
Y fue en la telaraña de la araña huraña,
esa de ojos sin pestañas, de refinadas mañas
que te engañan,
al extender su hermosa red, su casa-trampa,
que atrapó una flor.
Que presumida mariposa se creía
y se escapó del viejo naranjal que era su hogar:
al ver su vuelo de blancura rosa, sin ser rosa,
la vieja marañosa le dijo melosa:
–Ven preciosa, nunca he atrapado flores
ni cosa de colores olorosa.
–Ven que, aunque me critiquen por aquí,
en vez de moscas feas y apestosas,
tendré un jardín.
El chisme sacudió todo el lugar
y fue el horror de todo el arañal,
que de la noche a la mañana,
la tacaña de refinadas mañas que te engaña
se volvió vegetariana.
Y hasta un colibrí que nunca pasaba por ahí
la visitó y su locura celebró
danzando en tornasol.
Todo sucedió como suceden las cosas de la vida, en cualquier momento, en cualquier lugar y cualquier día.
Un gran abrazo